Alta gracia nos recibió con una madrugada helada pero hermosa. Lxs cinco del equipo técnico tiritábamos de frío pero también de emoción. Ana Laura y Adriana nos recibieron cálidas, alegres, con ganas. Llegamos a la casita que Las Juanas° de Alta Gracia nos gestionaron. Luego de de desensillar y tomar unos buenos mates con pororó empezó la jornada.
La Checha, demorada pero tranquila se vino armada con unas polainas y unos mitones que le hicieron frente al frío. Nos sentamos en una piedra frente al Río Tajamar y desnudamos nuestras historias. Yo aborté, dijo la Checha. Yo aborté dijo quien les escribe y nos hermanamos para gritarle al mundo que habíamos decidido sobre nuestro propio cuerpo y que no queríamos ocultarlo más.
Luego emprendimos un viaje a lo más lindo de ese fin de semana: fuimos a un barrio donde las mujeres se juntan en una humilde casita a hablar de su salud, de sus decisiones, de sus vidas y de cómo transformarlas. Todas nos recibieron con amor y nos brindaron lo poco y mucho que tenían para dar. Su casa, sus vidas, sus mates, su tiempo, sus experiencias, sus ideas, su militancia, sus opiniones. Debatimos sin confrontar e intercambiamos ideas hasta llegar a conclusiones que no dejara a ninguna de nosotras afuera.
Yo aborté, dijo cada una. Yo aborté, aunque no lo haya hecho en mi cuerpo. Así, en el sosiego que trae el atardecer cuando se desploma sobre las sierras, nos miramos y pudimos decir: Nosotras abortamos, y ya no estamos solas. Nosotras abortamos y ya no tenemos miedo. Nosotras abortamos y ya no nos callamos más.
Carolina Reynoso