Nota publicada en Página 12 en el día de hoy, luego del estreno oficial en el Cine Gaumont de Buenos Aires.
Sin caer en convencionalismos ni miradas rígidas, la documentalista argentina pone su experiencia al servicio de un film que retrata varias miradas diferentes sobre el aborto y que intenta terminar con lugares comunes y prejuicios sobre un tema urgente.
Por Oscar Ranzani
El comienzo define claramente una toma de posición: “Soy una mujer que decidió decidir sobre su propio cuerpo, soy cineasta, soy la directora de este documental y yo aborté”. Las palabras corresponden a Carolina Reynoso, graduada en la escuela de cine Cievyc y comunicadora social que se propuso realizar el film Yo aborto. Tú abortas. Todxs callamos, en el que siete mujeres (incluyendo a la propia realizadora) cuentan a cámara sus experiencias de haber tenido que realizar un aborto clandestino. Claramente a favor del derecho de las mujeres a decidir la interrupción voluntaria de su embarazo, el documental de Reynoso plantea la necesidad de abrir el debate a nivel público, y parece ser que en la construcción de este largometraje la cineasta encontró una manera de militar por una causa que considera justa. Por eso pone el cuerpo.
En la estructura de siete casos testimonian mujeres de distintos niveles socioculturales y con vidas muy diferentes: una ex diputada, una fotógrafa boliviana residente en Buenos Aires, una murguera y ama de casa, una referente de la comunidad originaria mapuche y una madre y una hija, ambas psicólogas de generaciones distintas y pensamientos similares. Uno de los logros de Reynoso es la intimidad que construye, otorgando la confianza necesaria para que sus protagonistas cuenten momentos decisivos en sus vidas. Esa intimidad que adquieren los encuentros se logra plenamente porque cada entrevista está lejos de ser un interrogatorio cerrado y distante, y más bien Reynoso establece un diálogo de igual a igual con cada una de ellas (incluyendo a veces parte de sus propias experiencias), decisión que les permite exponer frente a cámara vivencias muy personales.
El film se propone derribar ciertos mitos en cuanto a la práctica del aborto. Para lograrlo, antes de cada testimonio, en un pizarrón imaginario una tiza escribe el mito que se derribará con cada relato. Algunos de éstos son: “Las mujeres que abortan son irresponsables y egoístas”; “Penalizar el aborto sirve para eliminar su práctica”; “La educación sexual incrementa los embarazos no deseados y los abortos”; “Todas las mujeres que abortan son solteras”. Cada experiencia individual derriba estos mitos que, en realidad, más que mitos son prejuicios que no hacen otra cosa que cargar de culpa a las mujeres que deciden interrumpir voluntariamente su embarazo y estigmatizarlas ante una sociedad que muchas veces mira para otro lado a la hora de discutir el tema de la despenalización y legalización del aborto.
Si cada experiencia personal ahonda en una determinada problemática, el documental luego se abre a lo colectivo, al otorgarles la palabra a referentes de organizaciones que buscan generar contención y ayuda concreta a partir de la información. Algunos de esos ejemplos son la agrupación La Capitana que realiza consejerías de aborto popular en zonas socialmente vulnerables (uno de los tópicos del documental es la dificultad de las mujeres pobres que no están en igualdad de condiciones a la hora de acceder a la educación y la información). Otro ejemplo de organización es Varones Antipatriarcales, cuyos integrantes se proponen derribar el mito de que “el aborto es cuestión de mujeres”. Los miembros de esta asociación, que funciona en La Plata, hacen hincapié en que en cada aborto hay un hombre involucrado. También hablan referentes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que surgió en 2005, cuyo lema es: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Actualmente tiene representantes en diecisiete provincias.
El documental de Reynoso va de lo particular a lo general, como queriendo demostrar que hay condiciones sociales y políticas que pueden favorecer un contexto mejor que el actual, donde la mujer pueda decidir libremente y con acceso a la información. Es un ejercicio más periodístico que cinematográfico, pero este señalamiento no va en desmedro del trabajo de Reynoso que ofrece un amplio abanico temático para entender una problemática sumamente importante, no resuelta y que involucra nada menos que a unas 500 mil mujeres cada año en la Argentina.
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